100 años de la CNT

El 30 de octubre de 1910 nació en España un nuevo sindicato. Era la Confederación Nacional del Trabajo. Se constituyó en el Palacio de las Bellas Artes de Barcelona. Su tendencia era anarquista. Anarcosindicalista para más señas. En su seno llegaron a agruparse más de dos millones de trabajadores. Y junto a la Unión General de Trabajadores, durante muchos años constituyó un poderoso instrumento de defensa de los obreros de este país.  Fue la aplicación práctica y realista de los ideales anarquistas al mundo del trabajo. Pese a la opinión de algunos sectarios, es una parte muy importante del movimiento sindical español que no puede olvidarse. Aunque hoy sea una expresión minoritaria y testimonial de lo que entonces fue.
Como explica magistralmente Antonio Elorza en un artículo del pasado 27 de octubre en el Diario El País, la CNT no era una organización anarquista, sino una organización sindical revolucionaria que buscaba, no sólo la mejora de las condiciones de trabajo por medio de la acción directa, sino la emancipación de la clase obrera y la constitución de una sociedad sin clases. Su instrumento de lucha principal era la huelga general. Pero no ese tipo de huelga descafeinada a la que estamos acostumbrados hoy, sino una huelga entendida como mecanismo de presión, que se iniciaba por un sector y se iba extendiendo a los demás, para así paralizar la cadena de producción y forzar a los patronos a conceder lo que se pedía. La mayoría de mejoras que hoy se disfrutan en las sociedades avanzadas, comenzando por la jornada de 8 horas, y continuando con la prohibición del trabajo infantil, la igualdad entre sexos, o la implementación de medidas de seguridad y salud en el trabajo, provienen de esta época y de esos sistemas de lucha.
Cierto es que el mundo ha cambiado mucho. Hoy los Estados están obligados a proteger a los ciudadanos con una serie de medidas como la sanidad pública, las pensiones, las prestaciones por enfermedad, por desempleo...etc.  Pero no es menos cierto que muchos de estos derechos se los debemos a esos miles de trabajadores anónimos que lucharon por conseguirlos, pagando con su vida, en muchas ocasiones, o dando con sus huesos en la cárcel, en otras.  Y tampoco debe olvidarse que estas ventajas se disfrutan sólo en una pequeña parte del mundo desarrollado. O que al dictado de determinadas teorías económicas y de los grupos financieros que las sustentan, estamos en pleno proceso de adelgazamiento de nuestro Estado del Bienestar. Alemania, Francia, España o Inglaterra, son ejemplos recientes de ello. También los EEUU de América, en donde una tímida y pequeña reforma sanitaria del Presidente Obama, para dar cobertura a los millones de trabajadores parados que no la tienen, puede que acabe con su mandato en las próximas elecciones, por obra y gracia de los sectores más reaccionarios de su país.
Es verdad que en el seno de la CNT convivieron muchas tendencias. Algunas de ellas muy radicales y violentas. Pero al igual que no se debe confundir al terrorismo islamista con el mundo islámico, ni al terrorismo nacionalista de ETA con el pueblo vasco, tampoco se debe hacer con el movimiento anarquista, ni con la CNT, pues también en estas organizaciones han militado, y militan, hombres y mujeres con profundos "ideales humanitarios, de fraternidad, cultura, respeto a la naturaleza, educación sexual, emancipación de los trabajadores". Como dice Elorza, lo contrario del "hombre nuevo" de los totalitarismos de izquierda y de derecha.
Por mi edad, no tuve la oportunidad de tener relación con tantas figuras históricas del movimiento anarquista y anarcosindicalista español, como le ha ocurrido a Elorza. Sin embargo, mi precocidad a la hora de participar en las luchas estudiantiles y sindicales de nuestro país me ha permitido conocer y tratar a alguno de estos personajes, como a Federica Montseny, Ministra de Sanidad durante la II República española, o a otros más actuales, como José Luis García Rúa, con el que sigo manteniendo una profunda amistad, además de a decenas de hombres y mujeres del exilio confederal, y de las históricas agrupaciones obreras anarcosindicalistas de muchos pueblos de la geografía española.
Hoy en día, en España, el protagonismo sindical ya no lo tiene la CNT. Pero los problemas fundamentales de los trabajadores siguen siendo los mismos que hace cien años. Se dispone de más y mejores medios para defenderlos. Pero también el individualismo y la insolidaridad han hecho mella en el mundo del trabajo. Y esto puede llegar a pasarnos una factura muy alta. Tanto, que si las fuerzas reaccionarias de la sociedad logran que su mensaje de desprestigio a los sindicatos cale en los ciudadanos, habremos iniciado el camino sin retorno de la liquidación de uno de los mejores y más importantes instrumentos de defensa de los derechos laborales: los sindicatos.
Por eso, repasemos la historia. Volvamos a leer las actas de los Congresos de los sindicatos históricos. Aprendamos de los que lo dieron todo para que las generaciones posteriores pudiéramos disfrutar de una sociedad mejor. Y si algunas de sus enseñanzas nos pueden ser de utilidad hoy, apliquémoslas sin miedo y sin sectarismos. No olvidemos que esos hombres y mujeres practicaron el apoyo mutuo y lucharon por una sociedad mejor. Pues llevaban un mundo nuevo en sus corazones.