La Delegación del Gobierno comunica a los medios de comunicación que el mandatario de la plaza de los Reyes ha trasladado al secretario de Estado de Seguridad lo que está sucediendo en Ceuta con las colas y demás. Es decir, le está informando al detalle del colapso circulatorio que se genera en la carretera nacional, dibujando un escenario que hace unas semanas este mismo delegado dijo que no era caótico. Ahora sí lo debe ser, por eso acude a Madrid para, entre otras reuniones, informar al señor Nieto de lo que está pasando.
A finales de mayo nos visitó el director general de la Guardia Civil, José Manuel Holgado. Quien además de no hablar con los medios de comunicación, sirvió de paño de lágrimas a Juan Vivas cuando este le dijo en privado que la frontera “era una mierda”. Le prometió que nada más llegar a Madrid le trasladaría todas sus quejas al secretario de Estado de Seguridad. Así que no sé ustedes, pero yo no entiendo nada, salvo que cada vez estoy más convencida de que a Madrid le importamos un carajo. Si hace tres semanas el director benemérito informó al secretario de Estado del grave problema en Ceuta, ¿cómo es que nada se ha hecho?, ¿cómo es que ahora nos venden como noticia que el delegado del Gobierno ha expuesto con detalle lo que sucede a la misma persona que ya debía estar más que informada de ello?, ¿de qué sirve el encuentro mantenido con el ministro Zoido, supuesto jefe del secretario de Estado de Seguridad?, ¿acaso nos están tomando el pelo a todos o eso de marear la perdiz se ha convertido en deporte nacional?
En serio, estamos cansados de esta pantomima, de que no haya criterios claros, de que nuestras autoridades no sepan qué hacer, de que solo escenifiquen experimentos, de que estén permitiendo este desastre diario, de que no nos hablen claro, de que, en definitiva, jueguen con nosotros mientras el día a día pasa y mientras los ciudadanos a pie de calle están sufriendo económica y personalmente este bloqueo.
La imagen que se nos está dando es tan pésima, tan bajuna, tan injusta que asusta el panorama al que nos enfrentamos. Nos llaman tontos a la cara, ese es otro deporte nacional, dejarnos insultar por el gran poder, entregados al juego del mareíto como si fuéramos niños chicos. Pero no, hace tiempo que dejamos de serlo. Solo queremos escuchar verdades, y eso no es ser temerarios, es solo saber con qué cartas jugamos.