La celebración del ‘Día de África’ tendrá lugar a espaldas de la sociedad. Solo los residentes del centro participarán en los distintos talleres ideados para tal fecha, en los que expondrán sus trabajos. El centro del Jaral seguirá ‘viviendo’ al margen de la sociedad, aunque después promuevan políticas de integración y demás palabrería hueca.
Parece como si el Gobierno central se empecinara en mantener aquello como un centro de reclusión, evitando el conocimiento por parte de la ciudadanía de la labor que desempeñan los residentes, que no es más que el reflejo, en parte, del trabajo diario de los profesionales del centro. Pero no, parece que el CETI debe ser un cuartel, con visitas imposibles, con actividades vetadas a los demás, con cierres ordenados por una administración que nunca ha entendido cómo abordar el fenómeno migratorio aunque, en parte, ‘viva’ de él.
Nos encontramos con situaciones tan esperpénticas como el hecho de que se nos cite a un desfile de moda patético, en el que los que criminalizan la inmigración luego la aplauden, pero en cambio se nos impide difundir los talleres y actividades que realizan los inmigrantes. Hombres y mujeres a los que la Administración cosifica a su interés; hombres y mujeres que tan pronto son dibujados como auténticos monstruos como son convertidos en parte de la parafernalia de la que viven. Parafernalia hipócrita que luego queda muy bien ante las instituciones que tienen que hacer prevalecer los derechos humanos.
Hemos dado pasos hacia atrás, hemos perdido mucho de lo avanzado, hemos convertido los centros de acogida en elementos puramente políticos, hemos conseguido que la etiqueta de ‘centros de retención’ se quede coja ante la forma de mostrarse que tiene la clase política que es, en definitiva, la que manda y planifica el plan de actuación que tienen que acatar los distintos directores. Con el PSOE los centros estaban abiertos, aunque luego les acusaban de ser ‘buenistas’. Con el PP se decidió que debían blindarse y empezar a retomar las ideas de mafias, organizaciones delictivas, armas sofisticadas, asaltos y demás términos para que cale en la ciudadanía un sentimiento de rechazo y hasta me atrevería a decir de asco hacia el distinto, acusando a los que no piensan igual hasta de delincuentes. Es el mismo fenómeno, son personas pero las políticas obligan a tratarlas como tales o a humillarlas. Eso sí, nos gastamos casi 200.000 euros en una estatua en homenaje a la solidaridad.