Resulta indigna la situación que se produce en el polígono. No es nueva. Precisamente eso es lo que indigna más. Que pasen los años y que el problema allí enquistado termine siendo asumido por toda la población. Sabemos que algo no funciona, pero aún así dejamos que siga repitiéndose día tras día un cúmulo de escenas que debería sobrecogernos. Ayer la miraba. Anciana. Con el rostro completamente arrugado. Cargada con un bulto superior a las dimensiones de su espalda. Sentada a los pies de un guardia civil, esperando a que Marruecos pusiera orden en su lado para por fin pasar la mercancía. Se llevará unos diez euros a su casa, si llega. Era ella, una mujer, el vivo ejemplo de lo inhumano, de la explotación, aunque curiosamente no haya informes de la Inspección de Trabajo que lo corroboren. Debe ser que a ojos de la administración este tipo de comercio es normal.
El Tarajal, desde su creación, ha sido un problema. Porque construir las naves a pie de frontera solo se le pudo ocurrir a quien únicamente veía la posibilidad de mover millones y no las condiciones. Hoy las naves se han convertido en los engranajes de una máquina que funciona para resolver un problema a Marruecos, que no es otro que el futuro de miles de personas que ven en el pase de mercancías su modo de vida. De no hacerlo se desencadenaría un problema social mayor.
Durante años hemos dejado que creciera el monstruo. El delegado del Gobierno culpaba de forma infantil al PSOE de todos los males, habría que irse más atrás en el tiempo para entender el caos actual, buscar las raíces de un monstruo que no ha hecho más que crecer y alimentarse de la falta de actuación de quienes deberían haberlo parado.
Las avalanchas que hoy se producen son indignas pero no distintas a las que llevan sucediéndose desde años. Lo único que evidencian es que el sueño del ‘Tarajal II’ no ha servido más que para sacar la mercancía de manera más rápida pero no para solucionar el caos que sigue imperando en la zona y que no es más que el fruto del descontrol fronterizo existente en donde dos países no terminan de acordar posturas.
Lo que hoy funciona mañana deja de tener sentido; lo que mañana sirve pasado será un obstáculo. Nadie entiende este mundo al margen de todo, permitido y que está terminando por absorber todos los esfuerzos vertidos desde todas las partes para buscar una solución imposible.