Tras el debate plenario mantenido en torno al calendario laboral y la inclusión o no del final de Ramadán como festivo (extremo que no se aprobó), lo que queda en la mente de muchos, de demasiados diría yo, es ese sentimiento de choque escenificado por las distintas fuerzas políticas. Sentimiento que se extrapola a la sociedad, porque aunque el PP considere que en la calle no existe este debate, está muy equivocado, seriamente equivocado. En la calle sí que existe no solo este debate, sino uno más amplio en torno a qué ciudad queremos ser y qué ejemplo de convivencia real vamos a dejar a nuestros hijos.
Sigo pensando que el tema del calendario simplemente es algo simbólico. Aprobarlo o no supone algo más que considerar ese día como festivo, supone aceptar una realidad lejos de términos odiosos como los que todavía se emplean en la calle. Ya saben, eso de que... ‘como cedamos en esto... nos comen’. Aquí nadie come, nadie cede, ni nadie gana. Se trata simplemente de aceptar una cadena de hechos que no va a hacer perdernos nada de nuestra esencia, por mucho que haya quienes se dedican a vender lo contrario, convertidos en terribles monstruos para este pueblo. Es gente inadaptada, que vive feliz regodeándose en tiempos pasados, incapaz de hablar de unión e igualdad si eso supone algo contrario a sus tesis.
El debate en torno al calendario debería haber huido de estos prejuicios, deteniéndose más en la posibilidad de tener un margen de acierto completo a la hora de elegir el día. Es imposible. En la Fiesta del Sacrificio llevamos años equivocándonos, salvo éste. Las consecuencias han sido desastrosas, teniendo un festivo sin sentido que al final se suma a otro que no lo es en el calendario. Este tendría que haber sido el debate, el saber de qué manera podemos evitar errores (creo que no existen pero al menos podría haberse dialogado en torno a esto). Pero no fue así, se terminó con mensajes despreciativos, con críticas que no hicieron más que sacar a la luz una realidad: todavía no funcionamos como sociedad ni lo vamos a hacer mientras seamos incapaces de ver más allá de nuestros propios conceptos básicos y antiguos. Y lo digo por ambos lados, porque en esto de la unión todos tenemos que remar en la misma dirección pero siempre hay obsesionados en ganar en río revuelto.