Creo que lo he escrito en más de una ocasión: la decisión de Nicolás Fernández Cucurull de proponer a Leon Bendayan como director provincial del Ministerio de Educación y Cultura en sustitución de Cecilio Gómez, fue una decisión acertada. Tan acertada que, aprovechando el inicio del curso escolar que comienza en la jornada de hoy, son infinidad de notas positivas en su haber y que pesan infinitamente más que las notas negativas.
Bendayan nunca había entrado en la gestión de los cargos políticos, sin embargo llevaba detrás la experiencia de director durante casi dos lustros del Instituto 'Clara Campoamor' y fue máximo responsable de Cruz Roja en Ceuta durante algún tiempo también. Sin embargo, se puede explicar que su mayor logro ha sido y es, suponiendo que también será, el imperio del sentido común. Saber manejarse con el sentido común no es nada fácil en las procelosas aguas de la vida administrativa y más cuando esa vida administrativa tiene igualmente flecos políticos.
El director provincial del Ministerio de Educación y Cultura no es militante del PP. Tiene muy claro que cada día que pasa sentado en el despacho de la Dirección Provincial es un día menos para dejar el cargo. Llegó cuando creía que nada más que estaría escasos meses, pero esa inestabilidad política que vive nuestro país desde hace casi doce meses, le han amarrado a un sillón y por lo menos trabaja, planifica y ejecuta.
Cuando fue nombrado director provincial del Ministerio de Educación y Cultura estalló la paz en la vida educativa de Ceuta. Sí, estalló la paz, porque heredó una jaula de grillos y todos, al final, se sentaron para intentar que el barco de la Educación no hiciera aguas. Cada uno puso de su parte y, de momento, lo siguen haciendo del mismo modo.